Zapata Lerga

Obra Literaria

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Pensamiento Pedagógico

Pedagógicamente, me siento hijo espiritual de la concepción pedagógica que sustenta el pensamiento de la Institución Libre de Enseñanza, plasmado en muchos de los pensadores de la Generación del 98, los Novecentistas y la Generación del 27.

Pienso que el futuro de un país se asienta sobre su cultura, que es la mejor palanca de progreso humano y económico. Si un pueblo lee, tiene  capacidad de discernimiento, es culto; y para ello nada mejor que una sociedad asentada sobre bibliotecas. Lectura como fuente de ensoñación y enriquecimiento personal en distintos campos, como apertura de la mente. Y no comenzar por la cultura de letras mayúsculas, de los grandes escaparates y personajes, los montajes de los políticos. No, lo que hay que hacer es cultivar, hacer sementera desde los niveles inferiores, para que cuando lleguen a mayores se pueda recoger la cosecha. No hay que comenzar con grandes silos (museos y bibliotecas de relumbrón), sino por saber cultivar los campos, cuidar la sementera y esperar la cosecha (bibliotecas escolares, de barrio y lectura en casa). Cultura y cultivo viene del mismo étimo latino, e insisto, la inversión en cultura desde los primeros niveles es la mejor inversión económica para el futuro de un país. País que lee, país culto, que asegura su futuro.

En el plano educativo, el dominio lector -como enriquecimiento y como herramienta de trabajo- es el primer peldaño que hay que colocar adecuadamente en la escala ascendente, y su inadecuado desarrollo está en la mayor parte de los desajustes escolares. En casi todos los fracasos escolares subyace un previo fracaso lector; casi siempre.

Es fundamental que un alumno termine los estudios con el hábito lector adquirido, integrado en su persona: aumenta el vocabulario, su mente sueña y la fantasía trabaja, se enriquece, penetra la ortografía, se pasea por mil espacios, sirve de entretenimiento, ayuda a pensar, ayuda a ser más tolerante y abierto... y uno puede dialogar con los grandes cerebros de la historia. Sin que esto signifique que no haya que cuidar los otros aspectos de la vida.

La materia de lengua y literatura hay que cambiarla en su concepción didáctica. ¿Cómo es posible que un alumno, después de tantos años estudiando conceptos, no lea ni escriba de mayor? ¿Por qué leen tan poco los postuniversitarios?

La literatura hay que enfocarla fundamentalmente como gusto lector. La literatura clásica, hoy día, es para estudiarla y leerla fragmentariamente, pero no por extenso, ya que puede generar rechazo. Hay que hacer que el alumno se adentre en la lectura personal,  sus  lecturas, las que lleguen a encandilarlo. Si no logramos el disfrute personal de la lectura, de poco servirá el estudio de la literatura. Del placer de leer vendrá el hábito lector (si no se logran estos dos aspectos, de poco sirve “estudiar” la literatura). Si no lo logramos, quedará como algo ajeno a su persona. Cuántos han odiado El Quijote porque les  obligaron a leerlo en bachillerato, y como no estaban maduros, se aburrieron, no entendían el fondo y la forma se les hacía árida. Y no vuelven a leer esa obra y otras similares. Y no es que esté en contra del estudio de la literatura clásica.

En cuanto a la  lengua, con frecuencia llega a ser pesada, ya que el estudio de la gramática es en sí  difícil y arduo. Hemos mareado a los alumnos con conceptos de altísima lingüística, con nomenclaturas raras, extrañas, nombrando los mismos conceptos de formas variadas según las distintas escuelas lingüísticas. ¿De qué sirve que les hablemos (como se ha hecho) de bilabiales, complejos análisis  arbóreos, relaciones sémicas complicadas, doce clases de perífrasis, apódosis, variantes de fonemas, lexemas, pleremas y demás chorremas? Con todo esto, no queda tiempo para lo fundamental. Hay que ir a una gramática elemental, muy clara  y con conceptos comunes unificados  para que sirvan para  distintos idiomas, y el resto del tiempo que lo dediquen a ejercicios lúdicos y a la escritura como expresión personal, como algo enriquecedor. No se aprende a leer y escribir bien con la gramática, sino hablando con  personas que hablan bien y leyendo buena literatura. La  gramática vendrá luego, como una reflexión a posteriori. No conozco que se hayan  hecho escritores a base de estudiar gramática, sino leyendo mucho desde niños. Todo escritor es un niño que fue lector (salvo raras excepciones).

El aula debe ser lugar de encuentro donde de forma habitual se lean  y cuenten leyendas  y cuentos,  en el convencimiento de que el buen dominio lecto-escritor es la piedra angular de la educación. Si esto se da, lo demás vendrá por añadidura.

Esta concepción, profundamente arraigada, ha sido la que me ha  dado fuerzas para montar decenas de bibliotecas escolares, escribir artículos sobre esta temática e impartir muchos cursos para formar a las personas. Es el convencimiento de que es la base, la herramienta primera para los estudios posteriores.